La cotidianidad con la que nos acercamos a la representación en muchas de sus formas hacen que se vuelva natural de tal forma que algunos de estos sistemas se vuelven casi la realidad tangible. Sucede con las fotografías periodísticas, con los libros de texto de historia y con los mapas tradicionales.
Estos últimos tan fundidos en la cultura que son poco cuestionados. El mapamundi que generalmente usamos es el de Mercator, una proyección cilíndrica creada en 1569. Pero resulta tener varias inconsistencias que son resultado de un intento por representar el mundo con forma geoide en un plano de dos dimensiones a través de una proyección cilíndrica.
En la representación de Mercator, por ejemplo, Groenlandia aparece aproximadamente del tamaño de África, cuando en realidad el área de África es más o menos 14 veces la de Groenlandia; Alaska y Brasil son similares, sin embargo el área de Brasil es cinco veces superior; Alaska también se observa de mayor proporción que México, cuando en realidad este último es 250 mil km2 más grande; Sudamérica es 7.2 millones de km2 más grande que Europa, el mapa de Mercator representa lo contrario.
Buckminster Fuller, arquitecto e inventor, diseñó otra forma de representación cartográfica que ofrece menos distorsiones que otras. Fuller aseguraba que las concepciones “arriba” y “abajo”, “norte” y “sur” no existen en el universo por lo que en su plano estos elementos no están identificados. Sólo aparece el dentro y fuera que guarda relación con el centro gravitacional.
No olvidemos que todas las formas de representación son resultado de un contexto y también de maneras de conceptualizar la realidad que está enmarcada en ideologías o cánones y momentos de lectura, y que por tanto reflejan formas de concebir la realidad, no la realidad en sí misma.
Ross Loyde / @LaManchaGris_
Publicado originalmente en el blog PROYECTOR.